jueves, 11 de agosto de 2016

Día 61

Record de ensueño
Primera final de atletismo, pimer récord del mundo en los Juegos Olímpicos de Río. La etíope Almaz Ayana ha destrozado literamente en la final directa de los 10.000 metros la plusmarca conseguida hace 23 años, en 1993, por la china Wang Junxia, superándola en más de 14 segundos. Junxia, integrante de la sospechosa 'armada' del entrenador Ma Junren, dejó el tope universal en 29.31.78 entonces. Ayana, en una impresionante carrera en solitario desde el kilómetro cinco, lo ha dejado en 29.17.45.



La carrera ha sido un monólogo de las atletas africanas, y sobre todo de Ayana, que se ha presentado en Río también con la mejor marca de 5.000 metros, distancia en la que es campeona mundial, por lo que sin duda intentará la doble victoria en los Juegos. Ayana ha mejorado en la segunda mitad de la carrera (ha hecho 14.33 minutos, por 14.44 en la primera) para imponerse con un amplio margen sobre la keniana Vivian Cheruiyot (que con 29.32.53 casi ha podido también con la anterior plusmarca) y sobre la etíope Tirunesh Dibaba (29.42.56), que buscaba su tercer título olímpico consecutivo en los 10 kilómetros tras haber sido madre hace 18 meses.




Los registros de lo fríos que son "sobre el papel" dan miedo, cuatro mujeres por debajo de 30 min, varios récords nacionales y ritmo de 2.56 min/km...Cálculo estimado para los 10 000 de Ayana:

KM1   02:56
KM2    05:51
KM3    08:47
KM4    11:43
KM5    14:39
KM6    17:34
KM7    20:30
KM8    23:26
KM9    26:21
KM10  29:17

Estos son cálculos por kilómetro divididos entre los 10 kilómetros, pasaron los 5000 m. a 14.42 min. lo que nos demuestra que hizo los segundos 5000 m. 6 segundos mas rápidos que los primeros.Cheruiyot acabo en 29:32.53 obteniendo la segunda posición, mientras que la también Etiope Tirunesh Dibaba gana el bronce con 29:42.56.

El atletismo refrescó la tabla de los récords de nuevo en la segunda jornada de la competición olímpica. El último récord del siglo XX sin obstáculos, que aún permanece el de 400 vallas de Young en Barcelona 92, saltó por las aires con Wayde Van Niekerk como protagonista.



Corriendo por la calle 8, sin referencias, el sudafricano del Trébol Perfecto -corre los 100 por debajo de 10 segundos (9.98) y los 200 por debajo de 20 (19.94)- inició una carrera contra el registro de 43.18 que puso Michael Johnson, ahora comentarista en la BBC, en los Mundiales de Sevilla de 1999. El mordisco fue fabuloso: 15 centésimas menos: 43.03, en el bordillo de una barrera impensable.

Las semifinales habían dibujado la posibilidad. James no lo batió porque se dejó ir. Van Niekerk había contemporizado y había sido quinto.



Van Niekerk vs. Michael Johnson... 17 años atrás

Su reacción no fue súper (0,181 milésimas). De hecho, en la contrarrecta, Kirani James, que defendía el título de Granada con 109.000 habitantes coló a dos velocistas en la final, él y Toplin-, parecía que le daría alcance. Pero fue una falsa percepción. Acabadas las curvas, la diferencia era un eón. El sudafricano caminó hasta el récord del mundo. James se tuvo que conformar con batir a LaShawn Merritt por la plata.




Resultados: 1. Van Niekerk (RSA), 43.03; 2. Kirani James (GRN), 43.76; 3. Lashawn Merritt (USA), 43.85; 4. Tito Cedenio, (TRI), 44.01; 5. Karabo Sibanda (BOT), 44.25; 6. Ali Khamis Khamis (BRN), 44.36; 7. Bralon Traplin (GRN), 44.45; 8. Matthew Hudson-Smith (GBR), 44.61.


Otro récord, y van 3... Si el viernes fue la etíope Almaz Ayana la que destrozó el récord del mundo de los 10.000 metros, y el domingo fue el sudafricano Wayde van Niekerk el que pulverizó el de 400 metros, este lunes ha caído el tercer tope mundial en el Estadio Olímpico.



La polaca Anita Wlodarczyk ha lanzado el martillo en la final hasta los 82,29 metros, superando la plusmarca que ella misma tenía en 81,08 desde agosto del año pasado. Una mejora de más de un metro que viene a confirmar su supremacía en este lanzamiento, ya que llegó a Río tras haber ganado las últimas 28 competiciones en las que había tomado parte.



Wlodarczyk, de 31 años, suele desayunar nueve huevos duros cada mañana. Quizá ese es el secreto de su descomunal fuerza, que le ha llevado a ser campeona olímpica (en Londres 2012 fue plata) con una gran ventaja sobre las otras medallistas, la china Wenxiu Zhang (76,75) y la británica Sophie Hitchon (74,54). La polaca ha sido dos veces campeona del mundo (2015 y 2009) y dos veces campeona de Europa, y ha sido la primera, y la única, en superar los 80 metros en martillo.

JEBET, MUY CERCA EN OBSTÁCULOS


La buena racha en Río casi ha proseguido en la otra final de la mañana del lunes, la de 3.000 metros obstáculos, donde la joven atleta de Bahréin Ruth Jebet (19 años) se ha quedado a menos de un segundo del récord mundial de Pekín 2008 de la rusa Gulnara Galkina, establecido en 8.58.81. Jebet ha ganado con 8.59.75 con una gran distancia de casi 50 metros sobre la keniana Kiyeng Jepkemoi y aún más sobre la estadounidense Emma Coburn, que ha tenido que batir el récord de su país para alzarse con el bronce.

Jebet y Galkina son las únicas obstáculistas que han corrido alguna vez por debajo de los 9 minutos.

Día 60

Mireia Belmonte, oro olímpico en el Centro Acuático Maria Lenk.


Gana la final de los 200 mariposa (2:04.85) tras superar de forma agónica y con sólo tres centésimas (un parpadeo), de ventaja a la australiana Madeline Groves, se trata del primer título olímpico para la natación femenina española.

Este oro no es un oro cualquiera. Todos valen lo mismo en el medallero, pero no significan lo mismo, no. La natación es, junto al atletismo y la gimnasia, uno de los deportes que marca la frontera del altar olímpico. Mireia Belmonte, una española, ha subido a ese lugar. Todo lo que sintió en el momento de tocar el muro con la yema de los dedos, cuando aporreó el agua con fuerza o cuando el cloro nos impidió ver sus lágrimas, merece todos los sacrificios, todos los esfuerzos. La nadadora de oro, plata y bronces es, hoy, una mujer completa, es el último ejemplo que el deporte español ofrece a su país.



Mireia suele saber contener sus sentimientos. Es una mujer que se adivina huidiza por momentos, pero es una deportista que no titubea. Lo decía Katinka Hosszu, 'Iron Lady', sobre sí misma estos días, en Río, y bien lo podría decir Mireia. La española salió a la piscina como quien se siente superior. Ni siquiera miró a Madeline Groves, la única que había estado por delante suyo en las semifinales. Hosszu, por encima de todas las demás, había decidido olvidarse de la prueba, ya con tres oros. Era, pues, ahora o nunca. Por lo tanto, en los poyetes, ni una mirada de concesión. Antes de subirse, española y australiana se situaron de espaldas.

Groves salió como en semifinales, a 'full'. Mireia, en su ritmo. Tenía la carrera en la cabeza, la había trabajado, mecanizado, memorizado. Llegó al primer 50 tercera, pero en el siguiente 100, el ecuador de la prueba, ya era segunda. La tendencia la llevaba al podio. El tercer 50 la consolidó como primera y el último, debido al esfuerzo, estaba destinado a la resistencia en los últimos metros. El oro lo atrapó por tres centésimas frente a una Groves que sobrevivió hasta el final. 2:04.85 fue su tiempo, un bocado impresionante, de más de un segundo, a su mejor tiempo de esta temporada, cerca de su récord de España. Cuatro mujeres bajaron de 2:06, cuando sólo una lo había estado en semifinales.

Mireia no pudo reprimir sus emociones. El oro nada tiene que ver con las dos platas de Londres o el bronce, ya en Río, en los 400 estilos. Hay deportistas que no se sienten completos hasta tenerlo, hasta ser los primeros. Mireia está entre ellos. Es el estigma de los campeones. Es el sello de los elegidos.



Los 200 mariposa eran el objetivo desde el principio, mucho más que los 400 estilos, donde se colgó el bronce. La preparación para esta final comenzó, de hecho, hace un año, cuando Mireia y Fred Vergnoux, su entrenador, decidieron no acudir al Mundial de Kazán. La razón era dar descanso a sus hombros, torturados por una tendinitis. Con ella coexisten la mayoría de deportistas de élite, porque son los tendones los que soportan los efectos de los excesos musculares. Pero, entonces, nadadora y técnico dijeron no.

Empezaba, entonces, un año especial, en el que el objetivo era mejorar en lo físico a una nadadora excelente en lo técnico y, después de las medallas de Londres, con la madurez competitiva necesaria. Vergnoux había insistido hasta la saciedad en el salto mental que debía dar Mireia, después de salir a gritos del Cubo de Agua de Pekín, en 2008. La nadadora de Badalona tenía entonces 17 años. Observar cómo llegaba al poyete hace ocho años, encogida, y ahora, desafiante, es entender buena parte del cambio que ha llevado hasta el oro. Ha sido un largo camino.

La técnica siempre había sido excelente en esta mujer con lo que los técnicos llaman "sentido del agua". "Hay que dejarse llevar, acariciarse", decía el ex campeón olímpico Alexander Popov, mientras realizaba largos y largos muy despacio en la piscina de un club de Barcelona que frecuentaba Mireia. La misma impresión ofrece la nadadora de Badalona en sus calentamientos, de nuevo antes de la final, sea con aletas o corchos, como si ajustara cada pieza de su cuerpo. Su técnica de giro es lo que le permite ser todavía más eficaz en piscina de 25 metros, donde posee tres récords del mundo.
Belmonte, durante su apretadísimo duelo con Groves.


El último año, en cambio, debía estar dedicado a la fuerza. Campo y gimnasio completaron, pues, su preparación para aumentar su fuerza. El entrenamiento en seco ha beneficiado a muchos nadadores. El ejemplo más claro es Adam Peaty, nuevo recordman de 100 braza. Las marcas no fueron las del pasado para la española, es cierto, pero eso no parecía preocuparles. De hecho, Mireia llegó a Río con la cuarta mejor marca de los 200 mariposa (2:06.64). La mejoró en series (2:06.34) y en semifinales para llegar a la final con 2:06.06. La impresión es que estaba lejos de su récord de España (2:04.78). Pero era una impresión, como prueba su marca en la final, a siete centésimas (2:04.85).

Parte de esa preparación ha sido llevada a cabo en el CAR de Sierra Nevada, en altura. El lugar es visitado por la nadadora y su entrenador todos los años. En estos Juegos, Vergnoux ha tenido, además, la ayuda de un especialista en biomecánica y catedrático de la Universidad de Granada, Raúl Arellano. Antes de cada final, recibía un detallado informe sobre las condiciones de las rivales que servía para definir la estrategia. Así fue antes de los 200 mariposa.

A pesar de su hundimiento en los 400 libre o los 200 estilos, Vergnoux se mantenía tranquilo. La nadadora decía sentir sensaciones raras, pero es lógico cuando se trata de alguien habituada a pelear por las victorias. Para el entrenador, en cambio, era una forma de afinarla, de que prosiguiera su entrenamiento con fuego real, en la máxima exigencia. Finalmente, antes de la final, renunció al 4x200 libre. La estrategia ha dado sus frutos.
Después de Martín López Zubero

En Londres, con sus dos platas en 200 mariposa y 800 libre, Mireia ya se convirtió en la nadadora con más medallas olímpicas de la natación española, muy parca, en general. Con el bronce de los 400 estilos, ya en Río, pasaba a ser la única en repetir en dos ediciones de los Juegos. Pero como el oro siempre tiene un valor cualitativo, que es, incluso, el que define el orden del medallero, el triunfo en los 200 mariposa es el que la confirma por encima del resto con mucha diferencia, y la pone en pararelo a personajes como Fermín Cacho, por el valor que tiene ser campeón en la piscina o en el estadio.

Hasta ahora, sólo un nadador había sido capaz de llevar a España hasta el primer peldaño. Fue Martín López Zubero, en los 200 espalda de Barcelona. Sin que resulte ofensivo para nadie, hay que preguntarse cuánto tenía de español como nadador después de haberse formado durante toda su carrera en Estados Unidos, más allá de su nacimiento en Jacksonville. Mireia, aunque entrenada por un francés, es una nadadora nacida en Badalona y construida totalmente en España.

Martín López Zubero repitió ese oro en Mundiales y Europeos, pero no volvió a un podio olímpico, pese a sus presencias en Atlanta y, antes de Barcelona, en Seúl. Su hermano David había logrado el bronce en 100 mariposa en Moscú, en 1980. Desde entonces hasta la aparición de Martín, sólo un bronce, en Seúl, en 1988, gracias a Sergi López (200 braza). Entre el 92 y este oro de Mireia, en 2016, apenas otro bronce a cargo de una nacionalizada, Nina Zhivanevskaya, en 100 espalda, en Sydney 2000. Una presencia testimonial.




La estela de Barcelona hace un tiempo que dejó de tener la fuerza del pasado y, sobre todo, el dinero, con el Programa ADO de rebajas. En Río se sufren más que nunca esos efectos depresivos. Hasta Mireia los padeció, en plena crisis económica, cuando el CN Sabadell, donde se entrenaba, decidió que no podía mantener el coste de su fichaje. Después de una larga controversia, la nadadora encontró la ayuda de la Universidad Católica de Murcia (UCAM). Su presidente, José Luis Mendoza, un fervoroso aficionado del deporte, leyó en la prensa lo que le sucedía y se puso en contacto con el Comité Olímpico Español. Hoy, la institución es el principal motor de mecenazgo deportivo.



Esa ayuda, más su actividad individual, en las reuniones internacionales, la Copa del Mundo y los patrocinios han convertido a Mireia en una propia marca, en una industria. La nadadora vive protegida por su padre, José Belmonte, al primero que fue a ver al bajar del podio para recoger una bandera, y custodiada por su entrenador. Para cualquier compromiso comercial o mediático es necesaria su autorización. Todos son en buena parte responsables de un éxito que pertenece a la historia de nuestro deporte, que alienta a un equipo deprimido en Río y que coloca a una mujer, de dulce mirada y fe inquebrantable, en el mascarón de proa de España.