jueves, 11 de agosto de 2016

Día 60

Mireia Belmonte, oro olímpico en el Centro Acuático Maria Lenk.


Gana la final de los 200 mariposa (2:04.85) tras superar de forma agónica y con sólo tres centésimas (un parpadeo), de ventaja a la australiana Madeline Groves, se trata del primer título olímpico para la natación femenina española.

Este oro no es un oro cualquiera. Todos valen lo mismo en el medallero, pero no significan lo mismo, no. La natación es, junto al atletismo y la gimnasia, uno de los deportes que marca la frontera del altar olímpico. Mireia Belmonte, una española, ha subido a ese lugar. Todo lo que sintió en el momento de tocar el muro con la yema de los dedos, cuando aporreó el agua con fuerza o cuando el cloro nos impidió ver sus lágrimas, merece todos los sacrificios, todos los esfuerzos. La nadadora de oro, plata y bronces es, hoy, una mujer completa, es el último ejemplo que el deporte español ofrece a su país.



Mireia suele saber contener sus sentimientos. Es una mujer que se adivina huidiza por momentos, pero es una deportista que no titubea. Lo decía Katinka Hosszu, 'Iron Lady', sobre sí misma estos días, en Río, y bien lo podría decir Mireia. La española salió a la piscina como quien se siente superior. Ni siquiera miró a Madeline Groves, la única que había estado por delante suyo en las semifinales. Hosszu, por encima de todas las demás, había decidido olvidarse de la prueba, ya con tres oros. Era, pues, ahora o nunca. Por lo tanto, en los poyetes, ni una mirada de concesión. Antes de subirse, española y australiana se situaron de espaldas.

Groves salió como en semifinales, a 'full'. Mireia, en su ritmo. Tenía la carrera en la cabeza, la había trabajado, mecanizado, memorizado. Llegó al primer 50 tercera, pero en el siguiente 100, el ecuador de la prueba, ya era segunda. La tendencia la llevaba al podio. El tercer 50 la consolidó como primera y el último, debido al esfuerzo, estaba destinado a la resistencia en los últimos metros. El oro lo atrapó por tres centésimas frente a una Groves que sobrevivió hasta el final. 2:04.85 fue su tiempo, un bocado impresionante, de más de un segundo, a su mejor tiempo de esta temporada, cerca de su récord de España. Cuatro mujeres bajaron de 2:06, cuando sólo una lo había estado en semifinales.

Mireia no pudo reprimir sus emociones. El oro nada tiene que ver con las dos platas de Londres o el bronce, ya en Río, en los 400 estilos. Hay deportistas que no se sienten completos hasta tenerlo, hasta ser los primeros. Mireia está entre ellos. Es el estigma de los campeones. Es el sello de los elegidos.



Los 200 mariposa eran el objetivo desde el principio, mucho más que los 400 estilos, donde se colgó el bronce. La preparación para esta final comenzó, de hecho, hace un año, cuando Mireia y Fred Vergnoux, su entrenador, decidieron no acudir al Mundial de Kazán. La razón era dar descanso a sus hombros, torturados por una tendinitis. Con ella coexisten la mayoría de deportistas de élite, porque son los tendones los que soportan los efectos de los excesos musculares. Pero, entonces, nadadora y técnico dijeron no.

Empezaba, entonces, un año especial, en el que el objetivo era mejorar en lo físico a una nadadora excelente en lo técnico y, después de las medallas de Londres, con la madurez competitiva necesaria. Vergnoux había insistido hasta la saciedad en el salto mental que debía dar Mireia, después de salir a gritos del Cubo de Agua de Pekín, en 2008. La nadadora de Badalona tenía entonces 17 años. Observar cómo llegaba al poyete hace ocho años, encogida, y ahora, desafiante, es entender buena parte del cambio que ha llevado hasta el oro. Ha sido un largo camino.

La técnica siempre había sido excelente en esta mujer con lo que los técnicos llaman "sentido del agua". "Hay que dejarse llevar, acariciarse", decía el ex campeón olímpico Alexander Popov, mientras realizaba largos y largos muy despacio en la piscina de un club de Barcelona que frecuentaba Mireia. La misma impresión ofrece la nadadora de Badalona en sus calentamientos, de nuevo antes de la final, sea con aletas o corchos, como si ajustara cada pieza de su cuerpo. Su técnica de giro es lo que le permite ser todavía más eficaz en piscina de 25 metros, donde posee tres récords del mundo.
Belmonte, durante su apretadísimo duelo con Groves.


El último año, en cambio, debía estar dedicado a la fuerza. Campo y gimnasio completaron, pues, su preparación para aumentar su fuerza. El entrenamiento en seco ha beneficiado a muchos nadadores. El ejemplo más claro es Adam Peaty, nuevo recordman de 100 braza. Las marcas no fueron las del pasado para la española, es cierto, pero eso no parecía preocuparles. De hecho, Mireia llegó a Río con la cuarta mejor marca de los 200 mariposa (2:06.64). La mejoró en series (2:06.34) y en semifinales para llegar a la final con 2:06.06. La impresión es que estaba lejos de su récord de España (2:04.78). Pero era una impresión, como prueba su marca en la final, a siete centésimas (2:04.85).

Parte de esa preparación ha sido llevada a cabo en el CAR de Sierra Nevada, en altura. El lugar es visitado por la nadadora y su entrenador todos los años. En estos Juegos, Vergnoux ha tenido, además, la ayuda de un especialista en biomecánica y catedrático de la Universidad de Granada, Raúl Arellano. Antes de cada final, recibía un detallado informe sobre las condiciones de las rivales que servía para definir la estrategia. Así fue antes de los 200 mariposa.

A pesar de su hundimiento en los 400 libre o los 200 estilos, Vergnoux se mantenía tranquilo. La nadadora decía sentir sensaciones raras, pero es lógico cuando se trata de alguien habituada a pelear por las victorias. Para el entrenador, en cambio, era una forma de afinarla, de que prosiguiera su entrenamiento con fuego real, en la máxima exigencia. Finalmente, antes de la final, renunció al 4x200 libre. La estrategia ha dado sus frutos.
Después de Martín López Zubero

En Londres, con sus dos platas en 200 mariposa y 800 libre, Mireia ya se convirtió en la nadadora con más medallas olímpicas de la natación española, muy parca, en general. Con el bronce de los 400 estilos, ya en Río, pasaba a ser la única en repetir en dos ediciones de los Juegos. Pero como el oro siempre tiene un valor cualitativo, que es, incluso, el que define el orden del medallero, el triunfo en los 200 mariposa es el que la confirma por encima del resto con mucha diferencia, y la pone en pararelo a personajes como Fermín Cacho, por el valor que tiene ser campeón en la piscina o en el estadio.

Hasta ahora, sólo un nadador había sido capaz de llevar a España hasta el primer peldaño. Fue Martín López Zubero, en los 200 espalda de Barcelona. Sin que resulte ofensivo para nadie, hay que preguntarse cuánto tenía de español como nadador después de haberse formado durante toda su carrera en Estados Unidos, más allá de su nacimiento en Jacksonville. Mireia, aunque entrenada por un francés, es una nadadora nacida en Badalona y construida totalmente en España.

Martín López Zubero repitió ese oro en Mundiales y Europeos, pero no volvió a un podio olímpico, pese a sus presencias en Atlanta y, antes de Barcelona, en Seúl. Su hermano David había logrado el bronce en 100 mariposa en Moscú, en 1980. Desde entonces hasta la aparición de Martín, sólo un bronce, en Seúl, en 1988, gracias a Sergi López (200 braza). Entre el 92 y este oro de Mireia, en 2016, apenas otro bronce a cargo de una nacionalizada, Nina Zhivanevskaya, en 100 espalda, en Sydney 2000. Una presencia testimonial.




La estela de Barcelona hace un tiempo que dejó de tener la fuerza del pasado y, sobre todo, el dinero, con el Programa ADO de rebajas. En Río se sufren más que nunca esos efectos depresivos. Hasta Mireia los padeció, en plena crisis económica, cuando el CN Sabadell, donde se entrenaba, decidió que no podía mantener el coste de su fichaje. Después de una larga controversia, la nadadora encontró la ayuda de la Universidad Católica de Murcia (UCAM). Su presidente, José Luis Mendoza, un fervoroso aficionado del deporte, leyó en la prensa lo que le sucedía y se puso en contacto con el Comité Olímpico Español. Hoy, la institución es el principal motor de mecenazgo deportivo.



Esa ayuda, más su actividad individual, en las reuniones internacionales, la Copa del Mundo y los patrocinios han convertido a Mireia en una propia marca, en una industria. La nadadora vive protegida por su padre, José Belmonte, al primero que fue a ver al bajar del podio para recoger una bandera, y custodiada por su entrenador. Para cualquier compromiso comercial o mediático es necesaria su autorización. Todos son en buena parte responsables de un éxito que pertenece a la historia de nuestro deporte, que alienta a un equipo deprimido en Río y que coloca a una mujer, de dulce mirada y fe inquebrantable, en el mascarón de proa de España.


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